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Frambuesa (color para una conversación)

¿La frambuesa es un color?, me preguntó mi hijo de cinco años en la tienda de pinturas. Es una fruta, no sé si hay un color que se llama así. Sí hay, contestó, a pesar de que aún no sabía leer señaló una tira de papel con el color típico de las frambuesas.

El color, en efecto, se llamaba ‘frambuesa’. ¿Cómo supiste que ahí dice frambuesa?, le pregunté. Porque lo he visto. ¿Cómo que lo has visto? En las frambuesas que compramos en la casa dice esa palabra. ¿Qué otras palabras sabes leer? Las que me gustan. ¿Las palabras que te gustan o las palabras que designan algo que te gusta? Se quedó pensativo unos segundos. ¿Qué es designar? Indicar, señalar, representar. Juguetes, respondió. ¿Es tu palabra favorita? No, dijo riéndose. No, ya sé, tu palabra favorita es ‘mamá’. Y ‘papá’ también, replicó con una diplomacia que podría llevarlo lejos en el mundo. Ok, dije sonriendo, ese color se llama frambuesa pero frambuesa no es un color, es una fruta. ¡Qué rico! Se me antoja ese color, aunque no sea un color. ¿Cómo es que ese color es frambuesa pero no es un color? Es que a veces le podemos llamar a las cosas como queramos, siempre y cuando alguien nos entienda o nos tome en serio, respondí. No entendió, y, por lo tanto, ignoró mi respuesta. Cogió el papel con el color frambuesa. ¿Me lo puedo llevar?, preguntó. Sí, puedes. ¿Y puedo pintar mi cuarto de este color? ¿Todo tu cuarto? Sí. ¿Te gustaría dormir adentro de una frambuesa? Nooo, prefiero comérmela. Ah, pues entonces, ¿qué tal si pintamos una pared de ese color, y compramos unas frambuesas en la frutería de aquí al lado para comerlas? Ahí no hay frambuesas, mamá ya ha buscado, pero no pasa nada, compramos otro día. ¿Podemos pintar mi pared hoy?

Las conversaciones con los niños pequeños, sin importar adónde las lleves, con frecuencia terminan con la compra de algo que no tenías planeado comprar. Afortunadamente, también con frecuencia, vale la pena.

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