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Reglas

En principio no hay reglas en la práctica de la meditación, aún menos en la integración de la atención plena en la vida cotidiana. Si hubiera reglas la meditación sería más fácil, como cualquier actividad objetiva que aprendemos y con la práctica mejoramos, al principio muy rápido porque estamos lejos de agotar nuestro potencial. Cuando hay reglas hay técnicas, de algún modo esas dos cosas van de la mano casi siempre, aunque hay gente más intuitiva que racional, una regla conlleva la necesidad -o al menos la oportunidad- de buscar y desarrollar la mejor manera de ajustarse a ella, y esto en términos por lo general muy prácticos. Así ocurre en los deportes y en las ciencias y en la cocina y en cualquier área de acción. Si quieres golpear una pelota de tenis con una raqueta y que la pelota caiga en determinado punto con determinada velocidad y determinada curva, hay que poner el cuerpo y mover la raqueta de una manera específica. No ocurre esto en la meditación, la meditación es un proceso más ambiguo, más variable. No basta sentarse, cerrar los ojos y tratar de no pensar en nada o pensar exclusivamente en una cosa o percibir y sentir todo, o lo que parece todo y expandir esa noción y la consecuente experiencia de todo.

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